Archivo por meses: octubre 2014

Combatiendo la Desidia

Y entonces, un día (hoy),  me puse a escribir.  Durante mucho tiempo estuve buscando el motivo, el tema, el estilo.  Cuando casi lo alcanzaba, se echaba a correr, dejándome exhausto.  Me desanimaba cada vez que eso pasaba.  No sabía si tenía el talento, o simplemente se trataba de un sueño guajiro, uno más de los tantos que he tenido.   Siempre he envidiado al hombre que es todo música:  colecciona discos sin parar, practica horas y horas al día la ejecución de su instrumento, se compra revistas especializadas y se dedica a componer o arreglar.  Sabe cuál es su talento y lo cultiva.  Hasta hoy, yo he pasado por varios «talentos».  Afortunadamente, encontré uno suficientemente poderoso hace 10 y tantos años.  Lo ejercí, desarrollé, me enfrenté a los miedos que ello conllevaba.  Y me ha dado muchas satisfacciones de diversas índoles.  Hace 10 y tantos años era un sueño por el cual luchar.  Hoy, aunque me sigue divirtiendo, ya no me llena del todo.  Se ha convertido en mi trabajo y, por lo tanto, en mi rutina.  Le agradezco profundamente, y lo seguiré haciendo, pues me ha dado de comer y, lo que es más, la oportunidad de formar una familia y un patrimonio.  En ese trabajo conocí a mi Esposa.  Insisto:  es una actividad a la cual le estoy y le estaré siempre, profundamente agradecido. Y que no pienso abandonar.

Pero en esta búsqueda interna que he emprendido desde hace tiempo (tal vez toda la vida, aunque antes no lo sabía y lo descubrí relativamente hace poco), el siguiente paso es descubrir algo nuevo que pueda apasionarme.  Lo único que sé con cierta seguridad es que quiero «crear».   Me explico:  de niño dibujaba y lo hacía con gran maestría para la edad.  Dejé de hacerlo por causas que todavía no logro definir.  El miedo al ridículo, supongo.  A no encontrar nuevos temas o seguir luchando por encajar.  Esa ha sido también uno de mis jaloneos de vida.  En fin, estaba hablando de mi única «certeza»:  Crear.  Podría retomar el dibujo, la pintura o el diseño.  O, como lo estoy haciendo ahora, ponerme a escribir.  Para ello, también es necesario ponerme a leer.  Muy pocos libros he leído hasta este momento, así que es hora de hacer de la lectura un hábito.  Pero a estas alturas de mi vida, ya con una familia, a los 35 años de edad, empezar no es nada fácil.  Hay una sensación de «tiempo perdido», de comenzar algo demasiado tarde.  Tengo, también, un sentimiento de «no apasionamiento» que es de donde surge mi envidia por los músicos:  ni escribir, ni dibujar, ni la meditación transpersonal se apoderan de mí con tal fuerza que quiera dedicarle a cualquiera de esas cosas el suficiente esfuerzo de mi parte.   Cabe mencionar, por supuesto, que mi trabajo tampoco llena a tal grado el correspondiente anaquel en mi alma.

Podría ser todo lo anterior una ventaja y una desventaja a la vez.  Son tantas las «distracciones» de mi vida cotidiana adulta, que ya no tengo el tiempo para dedicárselo plenamente a un objetivo.   Pero también tengo una estabilidad económica y una visión mucho más madura y ¿aterrizada? de las cosas, si es que existe algo así.  Y también una motivación muy fuerte que son mis hijos.  A ellos me gustaría enseñarles que siempre es posible reinventarse.

Probablemente mi visión de la pasión ajena sea también un espejismo.  ¿Cómo saber que ese sujeto que publica en Twitter constantemente, haciendo  gala de todas las satisfacciones que su trabajo y vida le brindan, no se trata en realidad de un cuate cómodamente instalado en algo que no le gusta?  Envidio a los que viajan y lo publican, a los que se toman foto cuando se toman fotos, a los que presumen cada momento de su vida.  Tal vez, insisto, sea una simple ilusión y publican tantas cosas para compensar algo más profundo.  O, de la misma forma, ni siquiera se lo hayan cuestionado nunca y vayan por la vida «en automático».  Como sea, no puedo vivir su vida.

Lo que tengo es esto.  Lo que soy.  Lo que sé y no sé.  Lo que tengo y lo que me falta.  Lo que he trabajado y lo que puedo empezar por trabajar.  Probablemente siga en la búsqueda porque ese es mi destino, mi carácter.  Probablemente, nada más,  se trate de una idea que impera en nuestra época.   ¿Serían mis abuelos más felices, sin saber que podían planteárselo siquiera?  Es decir, ¿realmente felices?

En fin.  Empecé escribiendo acerca de mi decisión de, finalmente, ponerme a escribir.  Como saliera y de lo que fuera.  Y terminé reflexionando sobre mi vida, mis motivaciones y preocupaciones.  Supongo que de eso se trata.  Y supongo que en andar está el encontrar.

Por cierto, escribiendo todo esto, me acordé de la siguiente…

¡Fábula de Doble Moral!

El Balón

Estaba el balón un poco disminuido de ánimo. Desinfladón, pues. Atravesaba esa existencialista etapa por la que pasamos todas las cosas existentes. Imagínense: era un ser que vivía pleno al ser pateado, en ocasiones pisoteado, cuántas veces maltratado… Y aunque esto era parte de su extraña y triste sensación, en realidad estaba más aturdido porque no recibía el crédito que merecía. ¿Por qué nadie se daba cuenta de que era la verdadera estrella del show? ¿Por qué los comentaristas acuñan frases relativas al gol, tales como “no ha llegado el invitado de honor”, “ya apareció su majestad”, “el gol es el táctico del juego? ¡Ja! ¡El gol es sólo una consecuencia de que Él, el balón, pase la línea de meta!   Y lo mismo sucedía con relación a los jugadores: que si el Rey Pelé, el Dios Maradona, el guapo Cristiano, el extraterrestre Messi… ¿Quiénes demonios serían estos astros sin Él, el verdadero protagonista? ¿Por qué nadie se acuerda de que sin su presencia nadie ni nada existiría? ¿O qué, el deporte no se llama Foot Ball? Solamente le quedaba de consuelo que lo mismo le pasaba a la red, a los postes, a las líneas de cal y a los tacos, objetos inanimados que son el alma de un deporte, dándole la vida a pesar de no tener vida propia.

Moraleja: Por leer esto te perdiste de un golazo.

Moraleja 2: Si la vida te patea, siéntete balón. (o pelota, depende de tu sexo)